domingo, 30 de diciembre de 2018

¡FELIZ 2019!

Empezar el año el 1 de enero, se lleva a cabo desde que en 1582, el papa Gregorio XIII, reemplazó el calendario juliano vigente hasta ese momento por el que se festejaba en casi todo el mundo el 21 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera, por el calendario actual que tomó el nombre de “gregoriano” en honor del mencionado papa.

El origen de este cambio llegó a raíz de los acuerdos producidos en el Concilio de Trento. El objetivo era eliminar el desfase producido desde el I  Concilio de Nicea, en el 325,  en el que se intentó adecuar el calendario litúrgico al civil pero se cometió un pequeño error de cálculo en el número de días que tiene el año y que produjo un desfase de poco más de once minutos que se fue acumulando y en 1582, ya era de 10 días.
                          
Curiosamente, el germen del calendario gregoriano fueron dos estudios realizados en 1515 y 1578 por  científicos de la Universidad de Salamanca, que fueron enviados a la Iglesia. El primero no fue atendido pero el segundo sirvió como base al actual calendario mundial.

Mientras que empezar el año el 21 de marzo, recordaba el inicio de un nuevo ciclo de la vida después del invierno, comenzarlo el 1 de enero, se hacía coincidir con el supuesto día de la circuncisión de Jesús.

Los primeros en adaptarse al calendario gregoriano fueron los países católicos y sus colonias, en nombre de su obediencia al Papa. Los restantes  continuaron durante varios siglos más festejando su año nuevo el 21 de marzo.
El calendario gregoriano parte de la idea de que la Era Cristiana comenzó 1582 antes de su elaboración y aunque en él hay un error de un día cada 3300 años, es el que se utiliza universalmente porque un calendario no es importante por una enorme precisión en la medición del tiempo, sino por tener una precisión razonable y una fundamentación clara y aceptada por todos. 


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