MUJER Y LECTURA
En torno a la celebración de días dedicados al fomento de la lectura, especialmente en el Día Internacional del Libro, los diarios e informativos, hacen estadísticas sobre las ventas, los temas más leídos y las referencias de los lectores. Los libreros aprovechan para denunciar la lucha contra la piratería literaria. Se hace balance de los títulos y autores más vendidos. Se realizan estudios por edades, por sexo y hasta por condición social, sobre el consumo y las tendencias.
Las mujeres siempre salimos ganando en estos recuentos. Efectivamente, leemos más las mujeres que los hombres. ¿Por qué será? ¿Acaso tenemos más tiempo para ello? Durante siglos y décadas las mujeres han tenido que valerse para poder ejercer el placer de la lectura. ¿Puede qué a los hombres no les haya interesado que ellas leyeran? ¿Las mujeres que leen son peligrosas? Como afirma el título del libro de Stefan Bollmann, que hace un repaso de la historia de las mujeres lectoras, con ilustraciones en las que aparecen mujeres leyendo o simplemente con un libro en la mano.
Pero
lo importante no son las estadísticas, lo fundamental es reflexionar
acerca de la lectura y de sus consecuencias. Leer es un placer, es
aditivo, te atrapa y a partir de ahí, ya no te deja jamás. La
lectura tiene poderes curativos, te sana, te alivia en momentos
difíciles de la vida. Con un buen libro puedes viajar, conocer
lugares en los que nunca has estado y que probablemente nunca puedas
visitar. Puedes transporte a cualquier momento de la historia, de la
humanidad, conocer las costumbres y revivir los acontecimientos que
marcaron civilizaciones remotas.
Vivir
historias de amor, de pasión, de traición. Enamorarte de los
personajes, al mismo tiempo que odiarlos. Te puedes sentir
identificado con ellos o simplemente descubrir, que nada tienen que
ver contigo o con tu vida. Reír y llorar por y con, las situaciones
y las vidas de los protagonistas reales o ficticios de nuestros
libros.
La
lectura es un acto íntimo, solitario y egoísta aunque un buen
lector está siempre dispuesto a compartir la experiencia de la
historia que ha conocido a través de un libro. ¿Quién no ha estado
deseando llegar a casa para continuar con el capítulo siguiente de
una buena novela? ¿Y quién no ha estado imaginando qué estaría
haciendo su personaje favorito, en ese momento?
Poesía,
novela, ensayo y biografía. Un adicto o adicta a la lectura consume
todo lo que cae en sus manos. Pero para llegar hasta ahí, hay que
emprender un largo recorrido. Desde pequeños entramos en contacto
con el mundo de la literatura. El primer recuerdo que tengo son los
TBO que mi hermano el mayor leía. Después Tom Sawyer, La Isla del
Tesoro, la Biblia, un libro raro con historias antiguas que un niño
tiene bastantes dificultades para entender.
Pero
verdaderamente, tengo conciencia de ser lectora, con los
maravillosos clásicos. Obras como Cumbres Borrascosas y Jane Eyre,
de las Brontë, me atraparon con esas magnificas historias de la
época victoriana, llenas de romanticismo, intrigas y pasión.
Después aparecieron, Orgullo y perjuicio, Sentido y sensibilidad de
Jane Austen, El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde, pasando por
las entretenidas y misteriosas novelas de Agatha Christie.
La
lectura nos va acompañando en nuestras vidas, va creciendo,
madurando y envejeciendo con nosotros. Las historias se absorben en
función de nuestro momento, de nuestro yo. Pero nos podríamos
preguntar, ¿qué tiene un libro que nos hace aislar de nuestra
propia realidad e introducirnos en la ficción? Creo que un buen
relato intima contigo, viaja al fondo de nuestras almas, remueve y
descubre aquellos recovecos más hondos que a veces, ni siquiera
somos conscientes de que están ahí.
Por
todas estas razones, os animo y lo hago conmigo misma, a “devorar”
y disfrutar con la lectura de un buen libro.
Lola
Rodríguez