miércoles, 26 de diciembre de 2018

GUIÑOS NAVIDEÑOS (VII)



MANOLILLO, EL PASTOR

¡ A las buenas tardes...!

Yo soy Manolillo,
de oficio, pastor
y natural de un pueblo chiquito de mi Andalucía.

Me puse en camino cuando me enteré
que ha nacido un Niño, ahí cerca, en Belén.
Un Niño que tiene ojos de luceros,
cabellitos rubios y en la barba holluelo...

Dicen que nació en medio del campo;
que el techo maltrecho de un humilde establo
quien lo cobijó.

Dicen que su Madre lo abrazaba mucho
como si quisiera meterlo en su pecho
porque la ropita que el Niño tenía,
(¡tan pobre que era!)
del frío de la noche  no lo protegía.

Dicen que unos hombres
que por allí estaban cuidando rebaños,
les llevaron queso, leche, manteca,
trozos de tocino,
mermelada, flan,
más ropa de abrigo
(¡hasta una bufanda!).
Al Padre, coñac.

Y dicen que el Niño, al verlos llegar, sonrió,
y fue su sonrisa como un manantial.

De un coro de ángeles se oyó el cantar.

Dicen que ese Niño nos trae la Paz...

Y aquí estoy... en camino...
Lo voy a visitar
porque también quiero al Niño adorar.

De regalo llevo racimos de uvas
y un zurrón de trigo.
Así, su Madre podrá preparar
con la uva, vino;
con el trigo, pan.

Y con mi guitarra, le llevo canciones.
Y en mi corazón, le reservo amores.

La gente del pueblo, al verme marchar,
me encargaron ruegos que al Niño he de dar:
     Que no falte el trabajo...
     Que esté caliente el hogar...
     Que no haya guerra... 
     Que no escasee el pan...
     Que bueno se ponga algún familiar...
     Que el rico, al fin, deje de abusar...

Y estoy en camino, pues he de llegar
aunque sea durmiendo al relente
o comiendo mal,
con zapatos gastados,
con dolor de pies...
Pero con el ánimo,
siempre, siempre,
sin desfallecer.
                                                                Rosa Daza     
      













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