BIENVENIDO INVIERNO LITERARIO
Alexánder Pushkin, La nevasca
“Mas apenas Vladímir había dejado atrás las últimas casas y salido al campo, se levantó el viento y empezó tal nevasca, que le era imposible ver nada. En un instante, el camino se cubrió de nieve. Cuanto había alrededor desapareció en una neblina turbia y amarillenta, a través de la cual volaban blancos copos de nieve; el cielo se confundió con la tierra; Vladímir se vio en medio del campo y trató inútilmente de volver al camino; el caballo avanzaba a ciegas y a cada instante tropezaba en un montón de nieve o caía en un hoyo; el trineo volcaba a cada paso. De lo único que Vladímir se preocupaba era de no desorientarse. <...> La nevasca no cedía, el cielo no se aclaraba. El caballo empezaba a dar muestras de cansancio y Vladímir estaba bañado en sudor, aunque a cada instante se encontraba hundido en la nieve hasta la cintura”.
Nikolái Gógol, Nochebuena
"Era el día
de Nochebuena; atardecía, y al fin llegó la noche: una noche de esas de
invierno, clara, espléndida. Comenzaron a salir las estrellas, y la luna se
mostró majestuosa, como si quisiese iluminar aun más que de ordinario a la
Tierra, dando así más brillantez a las coliadki que glorifican a
Jesucristo. Helaba más intensamente que durante el día, y reinaba tal silencio,
que el crujido de la nieve bajo las pisadas podía oírse a distancia. Todavía no
se había presentado ningún grupo de muchachos delante de las cabañas, bajo las
ventanitas. Sólo la luna miraba a través de éstas como para invitar a las
jóvenes, que aun estaban engalanándose, a lanzarse sobre la nieve crujiente. De
pronto, de la chimenea de una de las cabañas salió una humareda, que se
extendió a modo de nubarrón en el firmamento, y por ella se vio subir a una
bruja cabalgando en su escoba".
Borís Pasternak, El Doctor Zhivago
"Helaba. Un hielo negro,
espeso como fondos de botellas de cerveza, cubría las calles. Hacia daño
respirar. Pinchaba el aire saturado de escarcha gris: pinchaba con la misma
aspereza del blanco pelo de sus solapas, que se le metía en la boca. Con el
corazón agitado caminaba por las desiertas calles. Por las puertas de los
salones de té y los figones salían vaharadas de vapor. Emergían de la niebla
las caras ateridas de los transeúntes, rojas como salchichas, los morros de los
caballos y los hocicos de los perros, de cuyos bigotes colgaban carámbanos. Las
ventanas de las casas, cubiertas de una espesa capa de hielo y nieve, parecían
de yeso, y sobre su opaca superficie se movían los coloreados reflejos de los
árboles de Navidad y las sombras de las personas, como si desde las casas
quisieran mostrar a la gente las imágenes de una linterna mágica reflejadas
sobre blancos lienzos".
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