lunes, 28 de octubre de 2019

CARMEN DE BURGOS, "COLOMBINE"






Carmen de Burgos (Almería, 1867 – Madrid, 1932)

Periodista, escritora y traductora, perteneciente a la Edad de Plata de la literatura española, en la que se incluye la Generación del 27, con figuras tan destacadas y conocidas como  como Unamuno, Valle-Inclán, Pío Baroja, Azorín, Antonio Machado… y de la que se ninguneó la memoria de mujeres de esta época, ejemplares, vanguardistas, valientes, artistas o políticas como fueron Sofía Casanova, Blanca de los Ríos, Concha Espina, María Goyri, María Lejárrag 
a, Isabel Oyarzábal, Pilar Millán Astray, María de Maeztu, Carmen Baroja y Nessi, Zenobia Camprubí, Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken, María Blanchard, Elena Fortún, Concha Méndez, Maruja Mallo, Ernestina Champourcín, Carmen Conde, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Mª Teresa León, Carmen Eva Nelken, María Zambrano, Remedios Varo, etc.

Carmen de Burgos es considerada como una de las precursoras del feminismo por su actitud vital, así como por sus ideas reformistas, que evolucionaron desde posturas más moderadas a posiciones más beligerantes en la defensa del divorcio, del sufragio universal, de la supresión de algunas leyes sexistas y del fomento de la libertad de la mujer a través de la educación y del asociacionismo.                               
 De familia numerosa acomodada, se casó con un periodista local. Trabajó como cajista en la imprenta que había heredado su marido hasta que se marchó a su casa paterna, debido a la insostenible situación familiar. Instalada allí acabó los estudios de magisterio y tras lograr el título de maestra, y las oposiciones correspondientes.

Empieza a combinar su tarea docente con la publicación de artículos en periódicos y revistas madrileñas.

Desde 1903 publica artículos bajo el epígrafe Lecturas para las mujeres” en el Diario Universal, y se convierte en la primera mujer redactora de un periódico con columna fija. A partir de este momento, se la conocerá por el seudónim
o Colombine, propuesto por el director de la publicación, Augusto Fernández de Figueroa, que tenía el propósito de que Carmen de Burgos escribiera unas líneas livianas, dirigidas a las mujeres, que contrastarán con el tono sobrio del diario, pero la periodista aprovechó esta circunstancia para ir introduciendo paulatinamente temática feminista.
  
En 1906, recorre Europa gracias a una beca y fruto de ese viaje surgen una serie de artículos escritos en el Heraldo de Madrid, que reunirá en la obra Por Europa (1906). Es el primer libro de viajes que publicó. Además de los viajes, en la columna Femeninas, planteaba todo tipo de temas desde consejos para la mujer hasta reivindicaciones sociales, feministas o antibelicistas. Gracias a este periódico se convierte en la primera mujer corresponsal de guerra, ya que se trasladará a Marruecos para describir de primera mano lo acontecido allí.

Su experiencia será narrada en una de las novelas breve de la serie el “Cuento Semanal” titulado En la guerra (Episodios de Melilla). 

Carmen de Burgos firmó más de cuarenta títulos en colecciones similares como en la “Novela Corta”, la “Novela Semanal”, los “Contemporáneos”, la “Novela de Hoy”, el “Libro Popular” y la “Novela Mundial”. Los relatos le sirvieron para dar un tinte de ficción a sus reivindicaciones feministas.  

Por otro lado, derivado de los consejos que ofrece en su columna, surgen un gran número de manuales de uso práctico diversificados en distintos temas como el hogar (Moderno tratado de labores,  La protección y la higiene de los niños, La mujer en el hogar), la belleza femenina (Salud y belleza: secretos de higiene y tocador, Tesoro de la belleza,); la cocina (La cocina moderna, La cocina práctica, ) o el diseño de cartas (Modelos de cartas, Últimos modelos de cartas.)

 En 1909, publicará su primera novela larga titulada Los inadaptados. Seguirá cultivando este género con  La rampa, Los anticuarios , Los espirituados , La mujer fantástica , Quiero vivir mi vida.

Será nombrada profesora de la Escuela Normal Central de Madrid. Además, ya se encontrará integrada en el ambiente literario y cultural madrileño, donde crea su propio círculo denominado El Salón de Colombine. Esta tertulia reunía en su casa a escritores consagrados y a jóvenes promesas, fue la que propiciaría el acercamiento entre Carmen de Burgos y Ramón Gómez de la Serna, los cuales tuvieron una larga relación amorosa. 

La revista Crítica sale a la luz gracias a estos encuentros con la intención de hacerse eco de la cultura sefardí y de las nuevas tendencias literarias del país. Sin embargo, por motivos económicos tuvo una vida corta. Seguía publicando artículos en diferentes publicaciones como el ABC, la Esfera o el Heraldo de Madrid.
       

También, cultivó el género biográfico ( Giacomo Leopardi,  Fígaro…) e hizo traduciones del francés, del inglés y del italiano.

 En la década de los veinte, preside la asociación Cruzada de Mujeres Españolas, así como lidera la primera manifestación reivindicativa de las sufragistas en España y empieza a defender sus ideas en mítines y tribunas públicas. Fruto de esta dedicación es el libro titulado La mujer moderna y sus derechos . También, se afilia al Partido Republicado Radical Socialista, ya que había abandonado años antes el Partido Socialista Obrero Español por la decepción que le causó las discrepancias internas relacionadas con la reivindicación feminista del sufragio universal.  

Muere un año después de la proclamación de la Segunda República y consigue ver como algunas de sus reivindicaciones se llevan a cabo como el derecho al voto de las mujeres o la ley del divorcio, aunque no llega a ejercerlos.

Carmen de Burgos murió de un ataque al corazón durante uno de sus discursos sobre la cultura sexual en el Centro Socialista de Madrid.                




La muerte del recuerdo 


Sentado cerca de la lumbre, perezosamente envuelto en su pelliza, el viejo senador contemplaba cómo caía la nieve en el jardín.

Los delicados cristalillos prismáticos venían, en una lluvia de pétalos de jazmín, á cubrir con su blancura la desolada tristeza de los desnudos troncos, empavesados por la nieve, como si les envolviesen guirnaldas de misteriosas flores nacidas en el aire.   

Un criado anunció desde la puerta:

—El señor está servido.

Al mismo tiempo los cristales y el pavimento retemblaban con el rodar silencioso de las ruedas de un coche en el patio.

Perezosamente se rodeó el anciano al cuello la bufanda de piel forrada en seda; se abotonó el abrigo de arriba á abajo; introdujo en el bolsillo la tabaquera; afianzó sobre la nariz las gafas que ocultaban los hundidos ojos, y después de calarse reposadamente los guantes de piel, tomó el bastón y el sombrero, que le sostenía el “ayuda de cámara” y salió tapándose la boca con el pañuelo, tardo el paso, como si le costase trabajo dejar su gabinete en aquel día de frío.

 Un secretario alto, rubio, atildado, de patillas simétricas é irreprochable traje, se inclinó á su paso ceremoniosamente, esperando que el señor se dignase dirigirle la palabra; pero don Juan pasó sin mirarlo.

—¿Deja mandado algo el señor?—preguntó con timidez.

—Nada.

Ya el lacayo sujetaba abierta la portezuela del coche... 

El secretario volvió á inclinarse con esa rigidez de los aduladores, que parecen tener una articulación más en su espina dorsal para doblar servilmente el cuerpo, y el carruaje partió con el cadencioso trotar de su tronco normando.

Encendió un cigarro don Juan y se arrellanó sobre los almohadones azules, mientras el coche cruzaba las calles del Caballero de Gracia, de Peligros y Alcalá, para salir al Prado. Allí lucía con toda su hermosura la nieve. Grupos de chiquillos y mozalbetes corrían sobre ella, ensuciando con los pies su transparencia, contentos y satisfechos los pulmones de respirar aquel aire puro y sereno, cuya ligereza centuplicaba la actividad.

Perseguíanse unos á otros arrojándose puñados de nieve, que se deshacían en espuma blanca; rodaban algunos esas enormes bolas consagradas como imagen  de la murmuración y de la calumnia, porque según corren engruesan y se enlodan.

Varios artistas improvisados se entretenían en modelar con aquel mármol blando estatuas y caricaturas, con tanto esmero como si algunas horas más tarde su obra no hubiera de convertirse en agua sucia. Se respiraba la poesía de la blancura de la nieve, cuyo gran encanto consiste en su misma fragilidad, en lo inestable, en lo fantástico, lo ideal de su vida corta, símbolo de lo irrealizable, de lo soñado, de todas las ilusiones que no pueden detenerse.

 Había un rayo de envidia en los apagados ojos del viejo senador viendo á los muchachos correr, azotarse, caer y revolcarse sobre aquella alfombra, que se hundía á su peso como mullido vellón de lana, con crujido de cristalitos que se quiebran. Recordaba en su abrigado coche la época feliz de la infancia, de la adolescencia, cuando medio desnudo y hambriento jugaba entre los copos de nieve en el Retiro ó la Moncloa.

 ¡Cuán lejos estaba aquel tiempo! ¡Era una existencia pasada!

 Se recordaba con tristeza: no había nada de común entre él, don Juan, y aquel Juanillo de los primeros años de su vida. ¡Juanillo había muerto! Ni una molécula del cuerpo joven, fuerte, gracioso, quedaba en su pobre, achacosa y vieja armadura. Sólo escasas reminiscencias de la voluntad, de los afectos que el otro sintió vivían aún en  este.

Pensaba con terror que se muere varias veces antes que la descomposición final del individuo disgregue las moléculas de su cuerpo para formar otras combinaciones en el transcurso de los siglos. Sí; se muere varias veces. Cada una de las nuevas épocas de la vida, cada uno de esos cambios de costumbres, de afectos que se verifican en nosotros, es la muerte de nuestro propio ser, la renovación de un yo que expira. ¿Qué le quedaba de las edades anteriores? Tristeza, cansancio, desengaños, amargura de los recuerdos vividos, de aquellos desdoblamientos de su mismo ser ya sepultados.

Así la monotonía de la existencia nos aflige como una vejez anticipada y los cambios nos apenan. Lo que se separa, lo que se aleja, lo que se olvida, muere. Por eso es tan triste olvidar. Recordaba sus existencias pasadas: había muerto ya la niñez miserable y feliz, la adolescencia trabajosa y mezquina, la juventud de luchas, ambiciones... y hasta bajezas, con tal de sobresalir entre la vulgaridad de los comparsas humanos, nacidos para asistir á las representaciones de la vida de los demás, aplaudiendo ó censurando las comedias que se hacen á sus expensas, pero sin pasar jamás de las galerías al escenario.  Era aquella la época en que más había vivido el ciclo de las esperanzas, del amor...

Don Juan recordaba la imagen de una mujer que iluminó su vida con reflejos de ópalo.Sacrificó el amor á la ambición, á un casamiento que le abrió las puertas de la política y del gran mundo. Había logrado sus esperanzas: lujo, influencia, poderío, pero nunca volvió á ver á la mujer que amaba. Supo que era directora de un centro de enseñanza oficial en una provincia y que continuaba siempre soltera; pero el abandono de que la hizo víctima había sido tan infame, tan cobarde, que jamás se decidió á intentar una reconciliación, que seguramente hubiera sido rechazada.

Y sin embargo, ¡cuánto la había amado! ¡Cuántas veces la recordó en el solitario hogar de viudo sin hijos ni familia! En muchas ocasiones pensaba cuánta alegría pudo traer á aquella casa la mujer inolvidable, compañera de sus luchas y ambiciones juveniles... Hasta algún día tuvo intención de ir á buscarla, pedirle perdón, ser feliz con la dulce abnegación de aquella vestal de un amor único.

Unas veces, la reflexión de sus diferentes posiciones sociales triunfó de su sentimiento; otras las tareas urgentes del Parlamento y la organización del partido, aplazaron su resolución... Algunas, los éxitos y las ocupaciones se la hicieron olvidar.

¿Por qué surgía de nuevo en aquel día de invierno, entre la nieve de su ancianidad, la imagen de aquella mujer? Era una evocación extraña, una especie de telepatía, como si una corriente eléctrica le agitase. Por un momento creyó no estar solo, sentir un aliento á su lado, la proximidad de otro ser, de un fluido, de un pensamiento que solicítase con fuerza el suyo... Miró en torno sobresaltado. La figura de Alicia se conservaba en su memoria tal como la última vez que la vio: sonriente, tranquila, sin desconfiar de su amor; sin que ni un solo latido de su pecho le anunciase la perfidia del amante que la sacrificaba á la ambición.

 ¡Cuánto sufrió él también! Necesitó recordar todos los placeres que el mundo le ofrecería después del matrimonio, para consumar su traición. Hasta se engañó á sí mismo, para poderse ir, diciéndose que volvería de nuevo. ¡Pobre Alicia! Soportó su abandono sin un grito, sin una queja... no le molestó jamás... y sin embargo, él supo que no dejó de amarle nunca... Se lo habían asegurado viejos amigos... lo escuchaba siempre con satisfacción... Ya hacía muchos años que nadie le hablaba de la historia aquella... enterrada en un pasado remoto. Creía aún ver á Alicia con su belleza rubia, menudita, pálida, de rostro de marfil y manos de hostia, quebradiza y frágil como flor de almendro temprano. Le parecía que se acercaba á él con la mirada dulce de sus ojos claros, de extraños cambiantes de acero, tan ingenuos y tan puros como un lago que dejase ver el fondo limpio de sus pensamientos.

Ni por un momento le ocurrió nunca la idea de las transformaciones que habría operado el tiempo. La veía alta, erguida, grácil, con su talle delicado y esbelto.

Más de una vez volvió la cabeza en la calle al paso de una joven rubia, delgada y frágil, diciendo: ¿Será ella?

EL coche se detuvo en la puerta de los ministerios de Instrucción Pública y de Fomento. Dentro del gran patio de ladrillitos cuadrados, que desvanece con sus cambiantes de agua rizada, esperaban dos soberbios coches de ministro, con lacayos galoneados en el pescante. Los coches en que se suceden unos á otros. Por ir en ellos sacrificó él sus sentimientos más nobles, lo que no podría recobrar nunca en su triste vejez solitaria. ¡Han rodado la fe y la dignidad de tantas personas ante aquellos estribos!

Subió la escalera lentamente, tapándose la boca con el pañuelo y devolviendo los saludos sin pararse. A pesar del mal tiempo, la afluencia de pretendientes era grande. Los empleados iban de acá para allá, presurosos y de malhumor, rebuscando gacetas y reales órdenes entre el continuo tejer y destejer de una legislación que se pliega á todos los caprichos de los influyentes, á quienes se necesita complacer, sin reparar en la justicia de sus peticiones.

Un jefe de negociado, alto, de mal guarnecido cráneo y aspecto de necio satisfecho, se pavoneaba ante la mesa de su despacho. El senador le saludó con la mano, recordando cuántas veces se humilló en su presencia para obtener aquel puesto de pequeño tiranuelo, y penetró en la sala de espera.

—¿Aviso al señor subsecretario?—preguntó el portero.

—No; no tengo prisa; esperaré á que haya terminado su tarea—murmuró don Juan, sentándose en el ángulo del sofá, cerca de una ventana.

Quedaban unos diez visitantes, que iban siendo llamados por turno ante el subsecretario. La prontitud con que se hacían los llamamientos probaba la poca atención que se les prestaría. Pero los pretendientes iban contentos, creyendo haber sido escuchados.

Don Juan vio con satisfacción que no había mujeres jóvenes y bonitas, pues ya sabía por experiencia que ésas tardan más en salir de los despachos de los ministros y de los subsecretarios.

Desde el gabinete cercano llegaban las conversaciones de los escribientes, que abrían y comentaban la correspondencia del jefe. La gran antesala, alta de techo y poco guarnecida de muebles, tenía algo de solemne; todos hablaban en voz baja, y los desconocidos se miraban unos á otros con recelo. De vez en cuando se apartaba el portero, y un nuevo visitante se detenía deslumbrado junto á la puerta, buscando una orientación entre todas aquellas gentes que esperaban.

Algunos jefes de negociado, con la cabeza descubierta, paso ligero y el legajo de papeles debajo del brazo, entraban y salían del despacho del  subsecretario, causando la envidia de los atormentados por larga espera.

Don Juan lo contemplaba todo. En el estado de su espíritu veía lo ridículo, lo cómico, lo vano de toda aquella farsa de egoísmos, luchas y miserias. Sin duda acababa también de morir en su alma la ambición, y veía claro la insignificancia de lo que antes le parecía grande.
Una señora, sentada en el otro extremo del sofá, atrajo al cabo su atención. Llevaba un traje color marrón y una capota violeta sobre los cabellos blancos, blancos como la nieve del jardín. Sostenía con trabajo el corsé un cuerpo flácido, de pecho hundido, al que no se ceñía la floja tela de su traje; la carita arrugada, color tabaco seco; sumida la desdentada boca; en punta la barbilla y tallado en nervios el cuello.

Aquella anciana tenía para don Juan un extraño encanto. ¿Por qué? Acaso por la plata de los cabellos, sobre los que parecía un pensamiento temprano la gorrita violeta... Acaso por los ojos claros, dulces, tranquilos, que brillaban juveniles dentro de las hundidas órbitas sin pestañas. Le parecía conocer la caricia de una mirada semejante...

—¡Doña Alicia Moreno!—dijo el portero mayor, llamando á la anciana, que se dirigió con paso vacilante al despacho del subsecretario.

¡Alicia Moreno! ¡Alicia Moreno! ¿Había oído bien? Trémulo, formuló don Juan su pregunta al portero:

 —¿Quién es esa señora? 

—Doña Alicia Moreno, directora de la escuela de Ávila.

 ¡Oh! ¡Era ella! ¡No cabía duda! Entonces pensó por vez primera en las transformaciones de los años desaparecidos. ¡Sus existencias de jóvenes habían pasado hasta el punto de no conocerse! Y sintió una amargura, una amargura infinita, al perder la  visión de aquel rostro juvenil y fresco, para sustituirlo con la imagen de la anciana de los cabellos blancos. ¡Imposible! Alicia seguiría viviendo joven en sus recuerdos; la anciana no tenía nada de común con ella. Entonces, con temor supersticioso, se explicó el pertinaz recuerdo de antes hacia aquella mujer que se le acercaba. ¿Le recordaría ella también? Evocó la caricia de los ojos claros, la misteriosa simpatía que les aproximaba, y por un momento pensó en los últimos días de una vejez dulce, con las remembranzas desqueridas memorias... Sí; al salir Alicia de aquel despacho, la seguiría, le pediría perdón... En su memoria se confundían de nuevo, bajo la mirada clara, la Alicia de cabellos blancos y la Alicia de cabellos rubios. Se entreabrió la puerta y apareció entre las cortinas la curva silueta de la anciana.

—¡Señora!...—murmuró don Juan aproximándose. Se detuvo ella, y miró tranquila, esperando.

 Él no hallaba qué decir. ¡No le conocía! ¡Sin duda, ella guardaba otra imagen de juventud!

—¡Caballero!...—repuso al fin una voz cascada, extrañando aquel largo silencio.

—Este pañuelo, ¿es de usted?—preguntó el senador, recogiendo el suyo del sofá.

—No, señor.

—Creí.. .—tartamudeó.

—¡Gracias!

—¡'No me ha reconocido!—exclamó él viéndola alejarse lentamente. ¡Más vale así! Es preferible que no conozca el dolor de ver morir en el alma una imagen de juventud y amor acariciada tanto tiempo... ¡Para ella, al menos, vivirá el recuerdo!

Y se limpió apresuradamente los ojos con el pañuelo, mientras guardaba con la otra mano en el bolsillo los empañados lentes, para entrar en el despacho del subsecretario, que llamaba obsequioso desde la puerta:

—¡Mi querido don Juan!...

                  


domingo, 13 de octubre de 2019

IV DÍA DE LAS MUJERES ESCRITORAS


Por cuarto año, el lunes más próximo a la conmemoración de Santa Teresa de Jesús que en el presente es el día 14 de octubre, se celebra el Día de las Mujeres Escritoras, promovido por la Biblioteca Nacional, con el fin de difundir el legado cultural de las escritoras españolas e hispanoamericanas, recordar las dificultades a las que se enfrentaron y destacar el valor de sus obras.
El lema elegido esta vez por la entidad es Mujeres, amor y libertad. Se han seleccionado textos que reflejan las visiones que sobre ese tema han tenido diecinueve escritoras españolas e hispanoamericanas, entre las que están tres autoras andaluzas: Feliciana Enríquez de Guzmán, Ana Caro de Mallén y Carmen de Burgos.
El Centro Andaluz de las Letras, ha querido destacar especialmente la figura de Carmen de Burgos, Colombine,  de la que la directora, Eva Díaz Pérez, dice que "con este homenaje recuperamos a una autora singular que fue un referente, la primera mujer que tuvo columna de opinión en la prensa, que viajó por la Europa de su tiempo, dedicó novelas a los temas cruciales de su época y defendió los derechos de las mujeres".
Del igual modo, la directora del IAM, Laura Fernández, ha destacado que "el Día de las Escritoras es una conmemoración que persigue recuperar el legado de las mujeres escritoras, hacer visible su trabajo y combatir la discriminación que han sufrido a lo largo de la historia de la literatura (...). Ante la ausencia de referencias de escritoras, de relatos propios que contaran sus vidas, las mujeres tenían muchas dificultades para encontrar una voz a través de la que manifestarse y establecer su lugar en el mundo".
El acto principal en cada centro consistirá en la lectura de textos seleccionados de las escritoras homenajeadas.

domingo, 6 de octubre de 2019

TIEMPO DE TERTULIAS


Os transcribo un bonito texto que nuestro compañero Pepe ha incluido en su blog en el que reflexiona sobre la nueva temporada lectora.


Por si habéis perdido la dirección del blog, os la mando: arruillo.blogspot.com 

Merece la pena visitarlo.






Llegó el otoño y con él las esperadas tertulias literarias. A fuerza de ser pesado insisto en ello, porque con el paso del tiempo he descubierto que es la mejor manera de mantenerse enganchado a ese mundo tan especial, como es el de la lectura y la escritura. Las circunstancias me han llevado, a esta alturas de mi vida, a dedicarle la mayor parte de mi tiempo a estas dos facetas, y como da la casualidad de que en ese terreno me encuentro como pez en el agua, aquí estoy un año más, con ganas de ser el eterno aprendiz de todo. La literatura norteamericana ocupa el encuentro mensual que dirige José Carlos Carmona, y está siendo con el paso del tiempo una magnífica oportunidad de conocer a esos autores, que parecen estar un puntito por delante de la literatura en nuestra lengua. Eso y la aportación de la gente que allí acude, hace que trate de no perderme ninguna sesión. En segundo lugar cito al club de lectura Alféizar, de Camas, que tantas satisfacciones me está produciendo, en el poco tiempo que llevo por allí. Un grupo magnífico, una implicación extraordinaria y una consideración hacia mi persona de la siempre les estaré agradecido. Lugar de aprendizaje en todos los sentidos. Y por último, cito a la tertulia que yo mismo dirijo, en la Casa de las Sirenas de Sevilla, con la particularidad de ser algo más anárquica, pero llena de encanto; nos mantenemos al tanto de la actualidad y , aunque somos pocos, solemos ser fieles a la cita quincenal. Vivencias en conjunto que hacen más rica nuestras vidas y eso siempre es digno de agradecer, a las circunstancias y a las personas que conformamos uno u otro grupo.




NOS RECOMENDAMOS LECTURAS



Después de un verano en el que hemos leído títulos elegidos por cada un@, en nuestra primera reunión de la temporada nos los hemos comentado y como resultado, nos ha aparecido una lista de títulos muy interesantes a la que acudir cuando se nos presente la duda sobre qué leer.


-  EL ASOMBROSO VIAJE DE POMPONIO FLATO  (Eduardo Mendoza)

La obra está ambientada en Palestina, en el siglo I de nuestra era. En la misma, se cuentan las peripecias de Pomponio Flato, un filósofo romano al que el azar sitúa en Nazaret. Una vez allí es contratado por el niño Jesús para que investigue y salve de la pena de muerte a su padre José,2​ condenado por el asesinato de un rico ciudadano, Epulón. De esta forma, Pomponio se relaciona con diversos personajes que tienen el denominador común de ocultar algún secreto.



-  SI TÚ ME DICES VEN LO DEJO TODO... PERO DIME VEN  (Albert Espinosa)

- EL MUNDO AZUL  (Albert Espinosa)

- EL MUNDO AMARILLO  ( Albert Espinosa)

- UNA PALABRA TUYA  ( Elvira Lindo)

- UNA HISTORIA DE LA GUERRA CIVIL QUE NO VA A GUSTAR A NADIE
  (Juan Eslava Galán)

- SI ESTO ES UNA MUJER  (Lorenzo Silva, Noemí Trujillo)

- lA HISTORIA DEL AMOR  (Nicole Krauss)

- LAS HIJAS DEL AGUA  (Sandra Barneda)


- EL LEGADO DE HUMBOLDT  (Saúl  Bellow)  

Narra las aventuras y desventuras (hay bastante más de lo segundo que de lo primero) del escritor Charles Citrine (evidente trasunto de Bellow) y su perpetuo enfrentamiento moral y fáctico con el poeta Humboldt von Fleischer, años atrás su mentor y amigo. Pleitos matrimoniales, abogados sin escrúpulos, un testamento pleno de interrogantes, pasiones amorosas de más que dudosas expectativas, mafiosos tan enfurecidos como atolondrados… conforman un escenario en el que se suceden y coexisten los momentos hilarantes con los dramáticos y patéticos.
- CUENTOS PARA PENSAR  (Jorge Bucay)
- PATRIA  (Fernando Aramburu)
- EL DÍA QUE EL CIELO SE CAIGA  ( Megan Maxwell)
- LARGO PÉTALO DE MAR  (Isabel Allende)
-  MEMORIAS DE UN  CAMINANTE  (Roberto Herreros)
-  EL BUEN SIRVIENTE  (Carmen Posadas)
- EL PODER ESTÁ DENTRO DE TI  (Louise Hay)
-  CUENTOS DEL TERRUÑO  (Emilia Pardo Bazán)
-  ÁNGEL DE GLORIA  (Johanna lindsey)
-  LA IDIOTA   (Elif  Batuman)
Esta historia empieza en el año 1995, cuando el e-mail era algo nuevo y emocionante. La protagonista es Selin, hija de inmigrantes turcos apasionada por la literatura que acaba de llegar a Harvard decidida a convertirse en escritora. Acostumbrada a vivir a través de los libros, llega a la universidad sin manual de instrucciones: ¿cómo se hacen amigos? ¿Cómo se enamora uno? ¿Importan más las cosas cuando se viven que cuando se leen?


- EL MUCHACHO PERSA  ( Mary Renault)
- LA HISTORIA DE UN CANALLA  (Julia Navarro)
- MUJER DE ROJO SOBRE FONDO GRIS  (Miguel Delibes)
- EL PRÍNCIPE DESTRONADO  (Miguel Delibes)
-  DAVID COPPERFIELD  (Charles Dichens)
-  LOS PILARES DE LA FELICIDAD  (Bernabé Tierno)
-  EL CLUB DE LAS SANTAS  (Rosa Villacastín)
-  HISTORIAS NOTABLES DE SEVILLA  (José María de Mena) 
- RAREZAS. LA LITERATURA NO TIENE CURA.  
 CÓMO HACER QUE TE PASEN COSAS BUENAS (Marian Rojas Estapé)


Uniendo el punto de vista científico, psicológico y humano, la autora nos ofrece una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades al empeño de procurarnos una existencia plena y feliz: conocer y optimizar determinadas zonas del cerebro, fijar metas y objetivos en la vida, ejercitar la voluntad, poner en marcha la inteligencia emocional, desarrollar la asertividad, evitar el exceso de autocrítica y autoexigencia, reivindicar el papel del optimismo...o el punto de vista científico, psicológico y humano, la autora nos   una reflexión profunda, salpicada de útiles consejos y con vocación eminentemente didáctica, acerca de la aplicación de nuestras propias capacidades al empeño de procurarnos una existencia plena y feliz: conocer y optimizar determinadas

-  EL BAILE   (Irene Némirovsky)

-  EL ARDOR DE LA SANGRE  (Irene Némirovsky)

- CAPERUCITA EN MANHATTAM  (Carmen Martín Gaite)

 -  LA SOMBRA DEL CIPRÉS ES ALARGADA   (Miguel Delibes)

-  LOS DOCE SUEÑOS DEL SOL

- RIÑA DE GATOS  (Eduardo Mendoza)  

Un tasador de cuadros inglés, experto en Velázquez, llega a Madrid en la primavera de 1936, para autentificar un cuadro en una época de violencia, choques políticos, huelgas… El tema principal de la novela es como se fraguó la guerra civil Española.
Recomendaría su lectura porque es una interesante clase de historia, amena por la forma que la cuenta el autor e incluso a veces divertida con los personajes típicos de los libros de Mendoza: al protagonista le pasan cosas todo el tiempo, se mete en problemas constantemente y su destino parece ser decidido por cualquiera que se cruce en su camino. El escritor mezcla personajes imaginarios esperpénticos con reales  y conocidos como Primo de Ribera o Franco. También refleja con acierto el carácter,  la pasión de los españoles y con educativos comentarios sobre algunas pinturas del Museo del Prado.
Para los que les gustan la novela histórica disfrutarán leyéndolo.