lunes, 24 de diciembre de 2018

GUIÑOS NAVIDEÑOS (V)




Relat
de Navidad
Las luces inundaban el centro de la ciudad. Una lluvia de sentimientos bondadosos inflaba los corazones de sus habitantes. Los más pequeños reclamaban sus dulces de mazapán y turrón entre sonidos de zambombas y panderetas. Las cajas registradoras de los  comercios parecían humear tal como castañas asándose en una chimenea.  Quedaba inaugurada oficialmente la temporada navideña.
En esta época del año la nostalgia se instala en mi hogar. A pesar de que llevamos residiendo once años en Sevilla, echamos mucho de menos a la familia que dejamos atrás, en México, quienes conocen a mis pequeños por fotografías.
Nos hemos adaptado muy bien a las costumbres del país y seguimos sus tradiciones, pero eso no quita que en fechas tan señaladas los ojos de mi marido y los míos se llenen de un halo de tristeza, de añoranza. Hoy es Nochebuena. Con el ajetreo en la cocina, la cena especial y los villancicos, el tiempo pasa rápido y los niños se van a la cama. Mi marido y yo nos miramos en silencio, hasta que él lo rompe diciendo:
- ¿Qué hará mi hermana Rosario de cena? Este año se reunirán toda la familia en su casa. ¿Y a tu hermano José Luis, cómo le irá la empresa?
Tras unos instantes pensativa, reaccioné. Saqué una botella de tequila de nuestra tierra, dos vasitos y del fondo del armario del comedor, la caja de fotografías familiares.
El resto de la velada fue maravillosa entre recuerdos y anécdotas:
- Aquí está la tía Guadalupe en el huerto persiguiendo al pavo de la cena, que un poco más, y la hace una corredora profesional.
- ¡Mira! ¡Qué pequeño estaba en esta foto José Luis! Ya apuntaba a lo que sería su futura profesión vistiendo las muñecas de la vecina Candela!
- Esta imagen es del día de final de la licenciatura ¡Ay, juventud, divino tesoro! ¡Y quién nos iba a decir por entonces que íbamos a emigrar a más de nueve mil kilómetros de nuestra región…!
- ¡Fue emocionante aquella acampada! La foto de la pandilla de amigos en la montaña, una primavera de finales de los ochenta, con “el tuercas” y su novia Consolación; ¡pobre pinche perder la vida tan joven en aquel accidente…!
- El retrato de la "abue" Carmelita ¡Guapísima con sus trenzas! Aún revivo la llantina que agarró cuando le dimos la noticia de nuestra marcha.
- En ésta, el bautizo de Panchito y el revuelo que liaron los titos cuando al sacerdote se le deslizó el pequeño en la pila bautismal…¡y éste, en vez de ponerse a llorar, rompió a reír  convirtiéndose en el chascarrillo de la comunidad durante mucho tiempo! 
La noche se transformó en un encuentro divertido y simpático con nuestra niñez, con nuestros recuerdos hacia los que nos dejaron, también hacia los que continúan aunque ausentes, rememorando a  todos aquellos que entraron y salieron por diferentes motivos de nuestras vidas.
Terminamos la noche, haciéndonos la promesa de ahorrar para el próximo año poder viajar  a nuestro país y seguir llenando la vieja caja de galletas con fotografías nuevas.
                                                  Elisa Tamayo





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