de Navidad
Las luces inundaban el centro de la
ciudad. Una lluvia de sentimientos bondadosos inflaba los corazones de sus
habitantes. Los más pequeños reclamaban sus dulces de mazapán y turrón entre
sonidos de zambombas y panderetas. Las cajas registradoras de los
comercios parecían humear tal como castañas asándose en una chimenea. Quedaba inaugurada oficialmente la temporada
navideña.
En esta época del año la nostalgia se instala en mi hogar. A pesar de que
llevamos residiendo once años en Sevilla, echamos mucho de menos a la familia
que dejamos atrás, en México, quienes conocen a mis pequeños por fotografías.
Nos hemos adaptado muy bien a las costumbres del país y seguimos sus
tradiciones, pero eso no quita que en fechas tan señaladas los ojos de mi
marido y los míos se llenen de un halo de tristeza, de añoranza. Hoy es Nochebuena.
Con el ajetreo en la cocina, la cena especial y los villancicos, el tiempo pasa
rápido y los niños se van a la cama. Mi marido y yo nos miramos en silencio,
hasta que él lo rompe diciendo:
- ¿Qué hará mi hermana Rosario de cena? Este año se reunirán toda la familia
en su casa. ¿Y a tu hermano José Luis, cómo le irá la empresa?
Tras unos instantes pensativa, reaccioné. Saqué una botella de tequila de
nuestra tierra, dos vasitos y del fondo del armario del comedor, la caja de
fotografías familiares.
El resto de la velada fue maravillosa entre recuerdos y anécdotas:
- Aquí está la tía Guadalupe en el huerto persiguiendo al pavo de la cena,
que un poco más, y la hace una corredora profesional.
- ¡Mira! ¡Qué pequeño estaba en esta foto José Luis! Ya apuntaba a lo que
sería su futura profesión vistiendo las muñecas de la vecina Candela!
- Esta imagen es del día de final de la licenciatura ¡Ay, juventud, divino
tesoro! ¡Y quién nos iba a decir por entonces que íbamos a emigrar a más de
nueve mil kilómetros de nuestra región…!
- ¡Fue emocionante aquella acampada! La foto de la pandilla de amigos en la
montaña, una primavera de finales de los ochenta, con “el tuercas” y su novia
Consolación; ¡pobre pinche perder la vida tan joven en aquel accidente…!
- El retrato de la "abue" Carmelita ¡Guapísima con sus trenzas! Aún revivo la
llantina que agarró cuando le dimos la noticia de nuestra marcha.
- En ésta, el bautizo de Panchito y el revuelo que liaron los titos cuando al
sacerdote se le deslizó el pequeño en la pila bautismal…¡y éste, en vez de ponerse
a llorar, rompió a reír convirtiéndose
en el chascarrillo de la comunidad durante mucho tiempo!
La noche se transformó en un encuentro divertido y simpático con nuestra
niñez, con nuestros recuerdos hacia los que nos dejaron, también hacia los que
continúan aunque ausentes, rememorando a todos aquellos que entraron y
salieron por diferentes motivos de nuestras vidas.
Terminamos la noche, haciéndonos la promesa de ahorrar para el próximo año
poder viajar a nuestro país y seguir llenando la vieja caja de galletas
con fotografías nuevas.
Elisa Tamayo
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