viernes, 11 de mayo de 2018

JUAN VARELA Y ALCALÁ GALIANO


Retrato de Ramón Casas

 La obra de Valera se nos presenta como un rico conglomerado de ideas y sugerencias, de crítica y creación; incluso, de vivencias personales que ayudan no sólo a comprender el espectro político y social contemporáneo sino a analizarlo con las sutiles matizaciones de su peculiar perspectiva. Sin la publicación de gran parte de su epistolario, difícil sería comprender la auténtica dimensión de Valera, pues es allí donde el lector puede conocer no sólo las ideas literarias e ideológicas del autor, sino también páginas íntimas de su vida que configuran y moldean el peculiar carácter de Valera.
Juan Valera y Alcalá-Galiano nació en Cabra (Córdoba), el 18 de octubre de 1824. Su madre, doña Dolores Alcalá Galiano y Pareja representa el ambiente aristocrático de la época; su padre, don José Valera y Viaña, hombre impregnado de ideas liberales que le condujeron a la pérdida de su carrera militar.
 Juan Valera cursó filosofía en el Seminario de Málaga (1837-1840), años de especial efervescencia para el romanticismo español y que inciden fuertemente en el autor.  Valera no puede evitar en sus primeros años la fuerte pujanza del romanticismo, huella que irá gradualmente desapareciendo hasta convertirle en un espíritu crítico,  
Publica sus primeros versos en El Guadalhorce, periódico malagueño. Traduce en verso fragmentos del Manfredo y compone sonetos a imitación de Lamartine. Marcha más tarde a Granada. Sus lecturas románticas ya no influyen tanto en el ánimo de Valera y sí, por el contrario, los clásicos quienes gozan de su especial favor. 
 Marcha a Madrid a continuar los estudios de Derecho. En 1844 se gradúa bachiller en Jurisprudencia y en 1846, de licenciatura. Con anterioridad, Valera ha sufrido los primeros desdenes amorosos, se enamora de Gertrudis Gómez de Avellaneda, poetisa que triunfa en el Liceo madrileño y que inspiraría en el autor encendidos y sentimentales versos.
Convertido en abogado sin empleo en Madrid, frecuenta los teatros y las tertulias, ávido de ver y ser visto, en espera de que la suerte le favorezca y le depare, al mismo tiempo, un buen empleo.
 Su padre realiza gestiones con su entrañable amigo el Duque de Rivas. Istúriz, que le nombra agregado sin sueldo en la Legación de Nápoles.  
A raíz de este nombramiento nuestro autor marcha a Italia, el 16 de marzo de 1847, primera experiencia en su carrera diplomática. En Italia surgen nuevas escaramuzas sentimentales y amorosas.   Conoce en Italia, finales de 1849, a don Serafín Estébanez Calderón, hombre culto, refinado, docto en lengua arábiga y en numismática, bibliófilo empedernido y escritor castizo que influye decisivamente en Valera.  
A finales de 1849 Valera abandona su destino de Nápoles y regresa a Madrid en donde pronto se sentirá hastiado y desengañado. Surgen momentos difíciles y desalentadores. 
Es nombrado agregado de número de la Legación de Lisboa con sueldo de 12.000 reales anuales y toma posesión de su destino el 26 de agosto. Desde allí se trasladó a Río de Janeiro como secretario de Legación presidida por Delavat. Vivencias que luego pasarán a su novela Genio y figura.
En septiembre de 1853, regresa a Madrid  y colabora en la prensa madrileña con artículos literarios y políticos. En la Revista Española de Ambos Mundos publica un ensayo que se titula «Del Romanticismo en España y de Espronceda».  
Aceptará ir más tarde a Dresde, con la misma categoría y sueldo, y después a Rusia.  
En estos años Valera es ya conocido y respetado en los cenáculos literarios. Funda, junto con Caldeira y Sinibaldo de Mas, la Revista Peninsular, en donde publica varias poesías y un ensayo sobre Las Escenas Andaluzas del Solitario. Colabora en revistas prestigiosas.
En 1858, es elegido diputado a Cortes por Archidona.   
En 1860 colabora con gran asiduidad en la revista satírica  El Cócora
En diciembre de 1860, José Luis Albareda pide a Valera que acepte el puesto de redactor principal en el periódico El Contemporáneo, de tendencia moderada.
La revolución de 1868, tiene en Valera un cronista de excepción. Sus puntuales cartas dirigidas a su familia constituyen un fiel testimonio de lo que ocurrió en España durante este período
Por estas fechas (1867-1871), aparecieron sucesivamente los tres tomos traducidos por Valera de la Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia, del alemán Schack. 
El 24 de febrero de 1872 es nombrado director general de Instrucción Pública, cargo político que perderá a tenor de los sucesos acaecidos por estas fechas, que le suponen el ostracismo político. Es, sin lugar a dudas, el período más fecundo del autor, interrumpido nuevamente por su carrera diplomática, a partir de 1881.
 Su estado anímico queda perfectamente definido en el prólogo de la edición americana de Pepita Jiménez, cuando afirma que se encontraba «en la más robusta plenitud de mi vida, cuando más sana y alegre estaba mi alma, con optimismo envidiable y con un panfilismo simpático a todo, que nunca más se mostrará ya en lo íntimo de mi ser, por desgracia». En mayo empieza a publicarse Pepita Jiménez en la Revista España. 
La misma revista, publica meses más tarde Las ilusiones del doctor Faustino. 
En el mismo año conoce al entonces joven Marcelino Menéndez Pelayo, recién llegado a Madrid con una carta de presentación para Valera de su amigo Laverde. De esta amistad nace una copiosa correspondencia de singular valor para la crítica28. También por estas fechas publica El comendador Mendoza,  novela en la que el autor se proyecta en don Fadrique Lope de Mendoza. Juanita la Larga  Pasarse de listo,  ofrecen también concomitancias con la biografía del autor.
En 1878, publica Doña Luz y Asclepigenia.
Las fechas comprendidas entre los años 1881 y 1893 suponen el retorno a la vida diplomática: primero, Ministro de España en Lisboa, más tarde en Washington y, por último, en Bruselas y Viena33. Su abundante epistolario dirigido tanto a compañeros de Academia como a su círculo literario y familiares, va revelando preocupaciones hondas sobre la política y la literatura, así como su precariedad económica  y el acercamiento de sus hijos. 
Ha abandonado el arte de novelar pero publica artículos de crítica literaria o versos que reciben el más fervoroso aplauso de la crítica. Publica también por estas fechas, las dos primeras series de Cartas Americanas, publicadas en la revista La España Moderna y en El Imparcial. 
El año 1895 supone el comienzo de una nueva etapa de creación novelesca. Sus tres novelas, Juanita la LargaGenio y figura y Morsamor se publican, respectivamente, en 1895, 1897 y 1899. 
Valera ha abandonado definitivamente la vida diplomática y su mundo se reduce casi exclusivamente a la conocida tertulia de la Cuesta de Santo Domingo. En su casa se reúne con un grupo de amigos y literatos en animada y sustanciosa conversación. En la famosa tertulia aparecen el conde de las Navas, Luis Vidart, Blanca de los Ríos, los hermanos Quintero, E. Pardo Bazán, Narciso Campillo, los Vázquez de Parga, Menéndez Pelayo... 
Valera, ya en el umbral de la muerte, no puede redactar sus escritos a causa de su ceguera. Un egabrense, don Pedro de la Gala, será quien haga de secretario y acompañante al mismo tiempo.  
 Tumba de Juan Varela, en Cabra
Muere el 18 de abril de 1905.
Enrique Rubio Cremades
(Biblioteca virtual Miguel de Cervantes)


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