martes, 28 de marzo de 2017

75º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ




Retrato realizado por Antonio Buero Vallejo
El 28 de marzo de 1942, en la cárcel del Reformatorio para Adultos de Alicante, aquejado de tuberculosis, murió Miguel Hernández.
En los últimos días de la guerra civil española, cuando ya era patente la derrota de la República, a muchos de sus defensores civiles y milicianos, intelectuales y artistas, se les facilitaron pasaportes y visados y medios de transportes y  buscaron la salvación en el exilio.
 Miguel Hernández quedó descolgado de aquella fuga masiva y por sus propios medios buscó salvación en Portugal pero a los pocos días de llegar fue detenido por la guardia del dictador Oliveira Salazar y devuelto a España.
Lo encarcelaron en Huelva y después a Madrid.
El 15 de septiembre de 1939, fue puesto en libertad y se dirigió a Orihuela para reunirse con su familia. Fue detenido de nuevo cuando algunos de sus paisanos lo denunciaron.
Esta vez, fue condenado a muerte y recorrió diversas prisiones hasta llegar a la mencionada de Alicante donde la enfermedad terminó con su vida.


PARA ABRIR BOCA


EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido                           OBRAS
más humillado que bello,
con el cuello perseguido                          -   Perito en lunas
por el yugo para el cuello.                        -   El rayo que no cesa
                                                               -  Vientos del pueblo
Nace, como la herramienta,                     -   El hombre acecha
a los golpes destinado,                            -   Cancionero y romancero de ausencia 
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo                       -  El torero más valiente. Tragicomedia 
de vacas, trae a la vida                                española 
un alma color de olivo                             -   La tragedia de Calixto
vieja ya y encallecida.                              -  Epistolario
                                                               -   Cartas a Josefina
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombre jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.





                                                         Youtube    Manu Guinarte