Después de un verano tórrido que no ha invitado demasiado al recogimiento que precisa la lectura, llegamos a una nueva temporada con renovadas ganas de encontrarnos y retomar los buenos ratos que nos proporcionan nuestros amigos, los libros.
La primera invitación nos llegó a través de Pepe Rodríguez, que participaba en la organización de unas jornadas poéticas en torno a las figuras de Luis Cernuda y Gustavo Adolfo Bécquer.
Aunque los dos días nos resultaba imposible asistir, algunas de nosotras acudimos el dedicado a Luis Cernuda, en el centenario de su nacimiento, para disfrutar de una bonita tarde envuelta en palabras bellas y desgarros flamencos.
El acto estuvo estructurado en distintas sesiones que consiguieron que resultara ameno e interesante.
La ponente, Pilar Alcalá García, presentó una amplia semblanza de la biografía del poeta que nos proporcionó conocimientos o aclaró dudas.
Los distintos participantes, leyeron poemas del propio Cernuda y otros,de cosecha propia, relacionados de alguna manera con Andalucía
Los poemas de Pepe, los transcribo a continuación.
CERNUDA
Temprano surco la senda que antes holló el campesino,
—hoz y mula en compañía—,
llenando mis pies de polvo
hasta dar con las chumberas
picoteadas de mirlos.
El fruto vuelto escarlata,
agotado ya su ciclo,
la vieja noria arrumbada
conquistada por higueras,
que antaño transformó la huerta
en vergel de largo estío.
El ganado rumia y bala
y va dejando el camino
sembrado de negras perlas;
transporta alguno en su lomo
el blanco de la garcilla;
muévese en auto el pastor,
dejando atrás las alforjas
terciadas en noble rucio.
Mientras el sediento arroyo muestra su pétrea efigie
juncos y arena en concilio.
El sol fustiga mi piel;
retorno a los gruesos muros
al amparo de la cal
al libro que dejé abierto.
BÉCQUER
Desayuno vespertino que me traes la memoria del noble bardo que fue quién me instigó a trovar. Presente tengo su rostro y su imagen me transporta al bullicio de una venta en la que dueña y gañanes dirimirían sus cuitas entre tragos de aguardiente. La mísera venta se hunde imbuida por el asfalto, como si arpas, laudes, liras hubiesen sonado a huero. Y en la cercanía, un busto pretende ser fiel testigo, Golondrinas incansables revolotean gallardas destellando en la pupila de quién frente a mí goza de todo esto que canto, inspirado en unos versos que siendo niño grabé en pupitre de madera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario